martes, 12 de junio de 2007

VARIEDADES DE UVA

Aquellos que creen que el futuro de los vinos comerciales reside en la combinación de una buena marca con el uso de los nombres de variedades de uva internacionales se oponen frontalmente a los que defienden el mantenimiento de las variedades autóctonas, sobre todo en España. Esta discusión clave afecta a todas las decisiones que se toman en el ámbito de la vitivinicultura, y la solución de compromiso a la que se llegue será la prueba de fuego para la supervivencia del vino español en todo el mundo.Cualquiera que haya leído mi libro sabrá que soy un acérrimo defensor de las mejores variedades de uva españolas. No por ello creo que deban ignorarse las principales variedades extranjeras, pues también están reconocidas entre las mejores. El cultivo de esas variedades durante los últimos 20 años en España ha sido fundamental para mejorar la vinificación de las variedades autóctonas y dar lugar a la aparición de excelentes vinos que mezclan las mejores variedades extranjeras y autóctonas. Por ejemplo, Tempranillo con Cabernet Sauvignon, Viura con Chardonnay o Verdejo con Sauvignon Blanc son atractivas combinaciones en las que las variedades importadas aportan cuerpo a las autóctonas, mientras que éstas últimas a menudo suavizan las agresivas características de las primeras.La mayoría de vinos se venden más por la marca, acompañada de la variedad de uva, que por la procedencia, lo cual facilita la identificación del producto. ¡Pero eso puede llegar a ser muy aburrido! Parece que sólo podamos beber Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah, Chardonnay o Sauvignon Blanc y poco más, sin importar de dónde provienen. ¡De hecho, en los Estados Unidos se utiliza Chardonnay como nombre genérico para el vino blanco, en sustitución de Chablis! Entonces, llegará un momento en que el origen no significará nada y los vinos se comprarán y venderán en función del precio, con muy poco o ningún reconocimiento de su calidad. Si las tácticas utilizadas en la compra de aceite de oliva se extendieran a los vinos, los hipermercados y supermercados los comprarían por subasta.Este insustancial planteamiento de compra venta vaticina la desaparición de objetivos estratégicos en el plan de comercialización. Los productos no tendrán una ventaja diferencial (cualidad que los diferencia del resto de productos de la competencia) que determine lo que la gente prueba y compra e influya de manera inevitable en el proceso de vinificación de los vinos, especialmente los más selectos. Quizás le facilite la elección al consumidor, pero ¿qué precio pagarán la oferta y la creatividad en el vino? De las variedades de uva autóctonas de España, el Tempranillo está mereciendo el reconocimiento internacional por su estilo y calidad, pero la cosa se queda ahí. La Garnacha tinta de Aragón, por ejemplo, produce el mejor jugo del mundo, la deliciosa Monastrell tinta en Murcia ha sido prácticamente pasada por alto, mientras que las variedades blancas Verdejo, Godello y Albariño siguen siendo poco conocidas en su propio país. Y no hay que olvidar el delicioso Pedro Ximénez de Montilla, Málaga y Jerez. Los entendidos están aprendiendo a valorar estas variedades, pero son muy pocos de entre un público consumidor de vino muy amplio.Dejando a un lado las campañas publicitarias masivas a menudo inasequibles, la solución pasaría por que los productores dieran relevancia al nombre de las variedades en las etiquetas y los distribuidores y restauradores las indicaran en estantes y cartas de vinos. Así aumentaría el conocimiento de las variedades autóctonas y se incitaría a probarlas, con lo que los consumidores se darían cuenta de la calidad de esas variedades españolas. De manera gradual, los 40 o 50 millones de visitantes anuales que tiene España difundirían el mensaje de vuelta a su país, por los mercados de Alemania, Estados Unidos, Gran Bretaña, Escandinavia o cualquier otro lugar.‘Pero’, como dicen los vinicultores, ‘más del 70% de los vinos españoles se venden en España, así que tenemos que concentrarnos en este mercado’. Es cierto, pero el consumo en España está disminuyendo, al tiempo que aumenta la producción gracias a la mayor efectividad de las tecnologías. Eso significa que España se encontrará con un excedente de vino y sufrirá sus consecuencias económicas. A menos que se disponga de fondos para financiar largas y onerosas campañas de promoción, la clave está en el marketing por marca y variedad de uva. De las aproximadamente seis buenas variedades autóctonas, la mayoría son exclusivas de España, que no debería permitir que el Nuevo Mundo se las arrebatara tal como le sucedió a Francia.

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